en el aumento de la resistencia requiere entender la biología y la microbiología de las especies para identificar de esta forma, elementos clave que promuevan el incremento de defensas y fortalezcan el estado de la planta. Los desarrollos científicos han permitido elaborar productos probados en laboratorio como bioinsumos y fertilizantes que trabajan específicamente en alimentar las plantas con los nutrientes y elementos específicos y necesarios para reforzar su sistema inmunológico y promover el adecuado crecimiento a lo largo de su ciclo de vida.
En la actualidad, algunos herbicidas y pesticidas son ampliamente usados para eliminar plagas y patógenos y evitar ataques a los cultivos, estas alternativas se convierten en ayudas externas que además de no preparar la planta para resistir por sí sola o fortalecerla internamente pueden generar efectos indeseados en el ecosistema, destruyendo organismos necesarios y contaminando agua y suelo.
Es importante mencionar que la resistencia vegetal es un sistema de defensa que puede ser eficaz para un tipo de alteración, pero para otra no; se desarrolla en función de las amenazas presentes en el entorno, sin embargo, los cambios generados por la actividad humana, el cambio climático y otros factores dinámicos exigen que las plantas sean lo suficientemente adaptables para que sobrevivan fuertes y sanas a lo largo del tiempo. Es en este punto donde entra a cobrar gran importancia la resiliencia vegetal.
En ecología, podemos hablar de resiliencia como la capacidad de un sistema para sobreponerse ante adversidades y mantener las propiedades funcionales igual a como se encontraban en el estado inicial; es decir, antes de ser expuesto a cierto tipo de alteraciones. Cuando se trabaja y se construye resiliencia los ecosistemas ganan flexibilidad, adaptabilidad y tolerancia a los cambios.
Entender la microbiología del ecosistema es fundamental para incrementar los niveles de resiliencia en las plantas, de esta forma se puede trabajar en la reconstrucción y el restablecimiento del balance ecológico perdido; fomentando a su vez la sostenibilidad
La resiliencia no es absoluta, por el contrario, es dinámica y se modifica en función de las fluctuaciones que ocurren en el entorno; existen herramientas de diagnóstico y mecanismos que pueden ayudar a regular y estabilizar las condiciones para mejorarla; como: el perfilamiento integral de los cultivos, a partir de una evaluación física, química y microbiológica, realizada por parte de un equipo técnico-científico para identificar y tratar aspectos físicos, biológicos, nutricionales (balance de nutrientes) y por ende fisiológicos e inherentes al hábitat, mejoras en el balance de bases en el suelo, mejora en la permeabilidad, drenajes, ajustes correctivos en el pH del suelo, disminución en el contenido de elementos tóxicos en el suelo, tales como: sales de sodio, aluminio, excesos de hierro, metales pesados, residuos de agroquímicos, creación de coberturas nobles, repoblación microbiológica.
Entender el papel de la resistencia y la resiliencia en el contexto agrológico y trabajar en ambas, puede ayudar en gran medida a velar por la salud y el fortalecimiento de los cultivos en el largo plazo, bajo la inminencia de la crisis ambiental a la que nos enfrentamos.